Nuestro país viene enfrentandose en la última década a la adopción de tecnologías limpias y alternativas que permitan suplir las actuales demandas energéticas avisorando las nuevas exigencias para el futuro, mediante lo que denominamos la _transición energética . Actualmente nos encontramos alrededor de un 13.5% de adopción de energías alternativas en el global del consumo del mercado nacional, frente a la meta que propone llegar a un conservador 20% en 2026, para ir cumpliendo con las metas previstas en la agenda 2030 de cara a la sostenibilidad.

En el municipio de Flandes, Tolima, la granja solar Dulima, liderada por Celsia, se ha convertido en mucho más que un espacio para la producción limpia de energía. Allí, la comunidad vecina en la vereda Camalá, organizados en la Asociación de pequeños y medianos productores Los Flamencos lleva un año demostrando que el futuro se construye sí con tecnología , también con manos campesinas, que siembran, que cuidan y con el conocimiento compartido.

El proyecto piloto agrovoltaico que se desarrolla en este territorio tolimense es un ejemplo claro de innovación con impacto social. No solo porque integra la generación de energía renovable con la producción agrícola y apícola, sino porque además es la comunidad la protagonista del proceso. En un país donde muchas veces los proyectos de gran escala excluyen a quienes habitan el territorio, aquí ocurre lo contrario: la gente de Camalá ha sido llamada a aprender, a trabajar y a construir su propio camino hacia el desarrollo sostenible.

El proceso ha dejado huellas tangibles: apiarios instalados, colmenas activas, cosechas de miel que nacen bajo la sombra de los paneles solares. Y, sobre todo, un tejido humano fortalecido con formación en producción apícola, seguridad y salud en el trabajo, administración financiera y ahora, a puertas de ser pioneros en la siembra de líneas agrícolas para revitalizar los suelos y aprovechar la tierra cultivable de la granja.

Detrás de cada logro está el compromiso conjunto de la comunidad, que ha aportado su conocimiento ancestral, su tiempo y su fuerza laboral; y de aliados como Celsia, Ventus y la Corporación Social Manantial, quienes han articulado esfuerzos financieros y técnicos para hacer realidad este modelo innovador.

El proyecto agrovoltaico en Dulima no es solo un proyecto piloto: es un mensaje de futuro. Nos recuerda que la transición energética puede y debe estar ligada a la soberanía alimentaria, que la producción limpia de energía puede convivir con la agricultura, y que el progreso solo es real cuando incluye a las comunidades.

Hoy, Los Flamencos no solo producen miel: producen esperanza. Y desde Flandes nos enseñan que el verdadero desarrollo sostenible brilla más cuando el sol se combina con la tierra, las abejas, la comunidad y la dignidad.