«La paz es lo más preciado que tenemos los colombianos, no es mía, no es del gobierno, apropiense de ella, defiendanla a capa y espada, en todo momento y en todo lugar…» Estas fueron las palabras que escuché una tarde en Santander de Quilichao en el marco de una mesa de víctimas, del propio expresidente, hoy Nobel de Paz, Juan Manuel Santos; su discurso no sólo elocuente, sino envolvente, retumbaba en las paredes de ese salón en el que nos encontrábamos, parecía mentira escucharlo, verlo tan cercano, tan sereno, inspirandonos a quienes creemos en la Paz como un propósito superior de la nueva humanidad consciente.
Una mañana, también en el Cauca, escuchaba el discurso de uno de los alcaldes de los municipios de la región, quien nos daba testimonio de los días que iban contando en los que ya no se habían vuelto a recibir militares ni civiles heridos en la confrontación armada, recuerdo que dijo con mucho orgullo y un brillo especial en la mirada: «la sangre no ha vuelto a correr por las calles de mi pueblo…»
Volví a ver escuelas recuperándose de las heridas de la guerra, grupos de voluntarios resanando los agujeros que habían dejado alguna vez las ametralladoras, pintando de colores, dibujando murales de imágenes llenas de vida, maestros caminando con sus pupilos por las rutas veredales con los zapatos empantanados, pero en la cara una sonrisa de emoción!
Volví a ver tantas imágenes esperanzadoras, tantas que no conocía, cosas que no sabía que se podían hacer en algunos territorios de mi país… Pequé dejando que llegara la noche en la carretera, pero nada pasó…
Sin embargo, la tregua fué breve, el acecho de los violentos ha vuelto, nos han robado la calma otra vez, nos han despojado de la vida de nuevo, nos han ultrajado en nuestra dignidad y lo siguen haciendo de maneras cada vez más dañinas, profundizan cada vez más las heridas, nos graban más y más imágenes para que nunca olvidemos la oscura noche…
¿Acaso nos tenemos que resignar a perder la tranquilidad? Acaso hemos perdido el ímpetu, para defender nuestro derecho más profundo; el de la vida? Hasta cuando vamos a tener que quedarnos en silencio para hablar en nombre de las injusticias contra una comunidad, de los recursos naturales o de un territorio? Acaso nos vamos a dejar contagiar del espíritu de la guerra? Hasta cuándo vamos a estar enojados, gritándonos improperios, maldiciéndonos?
Es el momento de actuar, de levantarnos y limpiarnos las lágrimas, de salir del rincón del miedo, levantemos banderas blancas para pedir una tregua, levantémonos en acción positiva para ir a estudiar, para ir a sembrar sombra o comida, para ir a hablar de nuevos proyectos, para pintar la casa de colores, que cada uno de nuestros actos sean de reconciliación, invitaciones para el reencuentro con el otro.
¡Hoy levanto mi bandera blanca para una Colombia posible!
Alex Jair Monsalve Socarrás
Comentarios recientes